Últimamente me estoy poniendo nostálgico. Me estaré poniendo viejo. Más allá de mi sempiterna devoción por la década de 1980 (la patria es la infancia, decía el escritor facho que a todos nos duele querer), la nostalgia me invade por todos los poros.
Extraño:
* Comprarme un alfajor Suchard antes de entrar a la escuela.
* Comprarme un Naranjú al salir, e irme chupándolò caminando hasta mi casa.
* Que mi vieja me lleve al centro, e ir a la Plaza de Mayo.
* El tren fantasma del ItalPark.
* La siesta el 25 y el 31 de diciembre a la tarde tirado en una colchoneta en la casa de mi tío.
* Ir caminando hacia y desde la casa de mi abuelo a la de mi tío de noche, con mis viejos.
* Al Negro, un primo de mi vieja, que era un personaje de aquellos.
Pero lo que más me causa nostalgia son dos cosas.
Una es la mar de gente que se juntaba en carnaval por Avenida Alberdi. Yo estuve dos años: 1982 y 1983, creo. Y me fascinaba, la gente en la calle, yendo y viniendo (no recuerdo si habia comparsas o murgas, o algo), disfrazados, alegres, con mucha, muchísima vida (ironía justo en esa época). Un año me disfracé. De vaquero. Con camisa a cuadros, pañuelo al cuello, un chaleco que mi vieja me había hecho con retazos, y una pistola de juguete. Y nunca me voy a olvidar de lo feliz que fui ese día, trepado al poste de luz metálico (esos de tipo 'escalerita'), en la esquina de Alberdi y Almafuerte...
La otra, que daría cualquier cosa por volver a disfrutar como lo hacía en su momento, es el trencito del Parque Alem. No hay nada mejor en el mundo. Nada. Es la diversión más impresionante que un pibe puede tener en su vida. Puedo paraecer exagerado, pero no, es así. Y no me contradigan.
Etiquetas: Ego
¡Yo también me disfracé de vaquero en un corso de alguno de esos años! Mi chaleco era de paño lenzi verde, igual que mi sombrero, y mi Rey Momo era el aerosol más rápido en todo el viejo y lejano oeste.