Y encima...
Ella está ahí, al lado de él, linda como siempre (como nunca también). Y él no para de mirarla, tarda en tomar valor, y al final se atreve. Le dice, no una, sino dos veces, que le gusta mucho. Simple. Nada más que eso, ya que sabe que toda respuesta será negativa. Ella lo escucha, mira hacia otro lado y se va. Sin decir nada. Él no puede menos que desear que hubiera sido mejor que le hubiese dicho que no, rotundamente, pero que le hubiese dicho algo...
Y encima perdió Ñúvel...
Carajo.
Etiquetas: Mariconeadas
Y sí...
el tema es cuántas veces se lo dijo antes...
sé de lo que hablo.
De todos modos, hay que animarse a decirlo!!!!