Ella me dijo "el mundo se desmorona y nosotros nos enamoramos", mientras el ruido de los cañones se acercaba cada vez más, y me abrazaba. Cuando abrí los ojos, sin embargo, la ciudad afuera no era París sino Fenicia, no tenía a Ingrid Bergman a mi lado, con su mirada más expresiva que mil palabras, ni los nazis se acercaban. La ciudad estaba en silencio, y yo a solas junto al balcón. A estos tiempos que vivimos le hace falta alguna epopeya...
Epílogo. Cuando era chico estaba convencido que, cuando la gente se iba de vacaciones, debía empujar una pelota de tenis con la rueda derecha del auto durante todo el camino.
O lo soñé anoche, todavía no pude decidirlo.
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