Estaban el jóven Hwang con su maestro Tsinq disfrutando del aire fresco de las colinas que rodeaban el jardín. El maestro se concentraba en sus pensamientos generados por la observación de la naturaleza alrededor. Todo en su entorno se movía, casi imperceptiblemente, pero lo hacía. Todo excepto su discípulo que se encontraba inmóvil junto a unos arbustos que crecían junto a la barranca que daba sobre un espacio abierto del bosquecillo en que terminaba el jardín. El maestro, luego de verlo por largos minutos, se levantó y lentamente se acercó a él. El despejado era atravesado por un recodo del arroyo, el cual alcanzaba su profundidad máxima justo allí, y era utilizado para bañarse en épocas de temperatura como esta primavera que saciaba la sed de sol que sintieron los habitantes del valle durante el invierno. Allí se bañaban un grupo de jóvenes aldeanas.
La belleza desvía al sabio de sus disquiciciones. Pero es tarea del sabio preguntarse ante la encrucijada: "cual es el verdadero camino de la sabiuduría?"
El maestro lo miró con mirada dulce y memoriosa, y le respondió:
Hay un solo camino a la sabiduría, y éste consiste de varios senderos que corren en una misma dirección pero que al tiempo coinciden.
La belleza nos lleva a la sabiduría por un camino distinto y no sistemático, a diferencia del camino de la contemplación. Es un camino que debemos tomar, y un camino de alegría, esperanza y, por sobre todo, dolor.
Entonces es la belleza dolor?
No, la sabiduría es dolor, la belleza es alegría.
Hwang miró a su maestro con cariño, y con respeto le preguntó:
Cuanto dolor le trajo el camino a la sabiduría, maestro?
El maestro Tsinq sonrío leve y amargamente, y con los ojos en el cielo se alejó lentamente, las manos cruzadas en la espalda y silvando una vieja melodía campesina cuyas palabras nos cuentan sobre alegrías seguidas de dolor...
Etiquetas: La saga del jardín
¿no hay fotos de las aldeanas...?