martes, noviembre 14, 2006
Sobre las hegemonías.
Para comenzar, lo que sigue es un trabajo presentado en mayo de 2005 para la materia Introducción a la Problemática Histórica. La consigna era analizar el concepto de hegemonía del italiano Antonio Gramsci.

Hete aquí:

Desde la publicación de los cuadernos de la cárcel, a fines de la década de 1940 por el Partido Comunista Italiano, y más todavía desde su “descubrimiento” por el resto del mundo a partir de al década de 1960, el concepto de hegemonía, desarrollado por Gramsci fue analizado por los más diversos autores y corrientes de pensamiento. Así surgieron las antinomias y los usos, que convirtieron a Gramsci en soporte de todas las corrientes.

Sin embargo, el problema, a mi entender, es que todos sus intérpretes buscaron siempre un significado unívoco del concepto gramsciano de hegemonía. Un concepto que en realidad son dos conceptos distintos, parte de una misma categoría de análisis de las relaciones interclase. Así, Gramsci determina una hegemonía desarrollada en el marco amplio de la sociedad civil occidental, en la que la burguesía, como clase dominante, ejerce una hegemonía, entendida como dominación, sobre las clases oprimidas, por medio del consenso (o del consenso y la coerción, según el período histórico, el nivel de desarrollo de la sociedad en que se da la hegemonía, o según el momento en que leamos a Gramsci), de forma de mantener al proletariado alejado de su conciencia de clase, “ilusionados” en que la democracia representativa podrá permitirles alcanzar el gobierno y lograr la reforma de la sociedad hacia formas socialistas. Por otro lado, Gramsci desarrolla un segundo significado de hegemonía, esta vez significando el liderazgo de todas las clases oprimidas, que debe ser ejercido por la clase proletaria, como forma de destruir la hegemonía burguesa, hacer evidente la conciencia de clase, e iniciar la revolución que destruirá el estado burgués.

Ambos conceptos hegemónicos se estructuran bajo una sola categoría analítica, en la idea que una clase “de vanguardia” proyecta hacia las demás su influencia para el logro de sus fines ideológicos, económicos, culturales y políticos; sea esta vanguardia la burguesía ejerciendo la opresión sobre las demás clases, sea el proletariado ejerciendo el liderazgo de las demás clases subalternas. En ambas concepciones, el factor clave que determina la existencia de hegemonía es el consenso. En el esquema hegemonía-dominación, el consenso está determinado por la creencia (fe, esperanza) en la forma de estado democrático liberal burgués, con la “ilusión” (real) de que en la democracia todos los ciudadanos se igualan sin importar la clase a la que pertenezcan o la manera en que articulan sus relaciones en la matriz del modo de producción capitalista. Esta esperanza en la capacidad de alcanzar el gobierno y producir el socialismo de forma pacífica que tienen las clases oprimidas, generó, ya en el siglo XIX, la tendencia socialdemócrata, y en el siglo XX, el llamado “togliattismo” en Italia, alejando a las masas de la revolución y cumpliendo la función de reproducción de las relaciones de producción capitalista que mantienen la opresión de los trabajadores. En el esquema hegemonía-liderazgo, el consenso se encuentra en que la clase proletaria pueda lograr que las demás clases logren la conciencia de clases y hagan suyas las ideas de la vanguardia proletaria. La unión de las clases subalternas se da en el marco de la concepción del “Frente Único”, que Gramsci propugna desde la cárcel. Todas las clases oprimidas deben formar un nuevo “bloque histórico” donde se aúnen las ideas y reivindicaciones de las diversas clases (proletaria, campesina), para lograr la unidad y conseguir el socialismo por medio de la revolución, bajo la conducción de la clase proletaria y marxista.

Estas hegemonías se dan, en el mundo occidental adelantado e industrial, en el marco de lo que Gramsci llama de manera metafórica la “guerra de posiciones”, en la cual las dos principales clases sociales en pugna, la burguesía y el proletariado, buscan cada una a su vez construir su propia hegemonía y destruir la contraria. El proletariado, construyendo la hegemonía-liderazgo sobre las demás clases subalternas a través de la creación de la conciencia de clases y de la necesidad de realizar la revolución y crear el socialismo, con lo cual se logra destruir la hegemonía-dominación con que la burguesía reproduce el esquema de dominación. La burguesía, manteniendo la hegemonía-dominación a través del liberalismo y la democracia, con los cuales la socialdemocracia puede acceder al gobierno y llevar a cabo su programa de reformas tendientes al socialismo de manera pacífica, idea con la cual la burguesía destruye la hegemonía-liderazgo del proletariado socialista sobre las masas oprimidas. El problema de este esquema democrático es, nos dice Perry Anderson, que “la experiencia nos muestra que estas elecciones nunca producen un gobierno socialista. (…) dedicado a la expropiación del capital y a la realización del socialismo” (1) , debido a que se da dentro del marco de la dominación burguesa, del consenso que obtiene de las clases oprimidas.

El marco teórico-político en el que Gramsci ubica este análisis de las hegemonías se da en una situación general diferente de la que existía en Rusia al momento de la revolución. Esta guerra de posiciones por la construcción-destrucción de las sendas hegemonías puede ocurrir solo en sociedades que se han desarrollado complejas y organizadas, donde la “sociedad civil” crece hasta ser tan importante como el estado, pudiendo determinar la táctica del consenso para el mantenimiento del status quo capitalista. La hegemonía-liderazgo, sin embargo, sólo puede soñar ser construida si se dan las condiciones de existencia de una crisis orgánica de la sociedad capitalista y del capitalismo mismo, como la existente en Europa central y occidental en general y en Italia en particular tras la primera posguerra. Sólo bajo la influencia de esta crisis (de consenso) puede ocurrir el llamado “bienio rojo” de 1919-1920 en Turín. La crisis orgánica genera las condiciones para la construcción de la hegemonía proletaria, de la toma de conciencia de clase de los obreros. Así, la crisis orgánica, parte de la crisis final del capitalismo (inevitable para Marx, Lenin, etc. – pero que no parece llegar nunca), es fundamental como parte de la estrategia de guerra de posiciones.

También, al guerra de posiciones sólo puede librarse en el marco de la formación de “un nuevo bloque histórico” entre las clases subalternas, bajo la dirección del proletariado. Sin este bloque histórico, integrado por la pequeña burguesía intelectual, el campesinado, los obreros rurales y el propio proletariado, no hay manera de oponerse a la hegemonía burguesa. Este bloque histórico, para luchar en la guerra de posiciones, Gramsci lo estructura como un ejército, con altos mandos en forma de elemento de cohesión, mandos medios y masa (símil soldadesca) de individuos penetrados en el interior de las instituciones que conforman la sociedad civil. Establece asimismo una relación orgánica entre gobernantes-intelectuales y masa, que al convertirse en una relación de comprensión permite que los dirigentes sean realmente representativos de sus dirigidos. Esta cohesión, comprensión es objeto de la hegemonía como dirección o liderazgo por parte de la clase proletaria.

En cuanto a las antinomias, la misma manera en que Gramsci plasmó sus ideas es responsable de ellas. La forma en que pasaron sus trabajos a la posteridad, como cuadernos donde iba día a día escribiendo su pensamiento, a medida que se desarrollaba, hace que hoy en día sea difícil comprender cuáles son las ideas concretas, delineadas en una obra coherente, de Gramsci. Y esto ocurre debido a las condiciones: preso, bajo censura y enfermo. Antonio Gramsci no pudo, no quiso, no lo dejaron organizar sus ideas desarrolladas en casi diez años de escribir en prisión en un todo coherente, limado ya de los diversos desarrollos que su pensamiento hubiese tenido. Es así que, cada intérprete puede tomar los conceptos y frases que desee para delinear su propio Gramsci, distinto necesariamente (pero no necesariamente) de los otros. LA antinomia de Gramsci, la que domina toda su obra, es la relación entre Estado y Sociedad Civil. Perry Anderson consigna en forma clara los tres “estadíos” que tiene el concepto de estado y sociedad civil en el Gramsci de la prisión: la relación equilibrada entre estado y sociedad civil, el estado como superficie exterior de la sociedad civil, y el estado como sinónimo de sociedad civil.

En la primera definición de la relación, el estado y la sociedad civil son dos ámbitos (superestructuras, para usar un término más común) independientes e igualmente parte del esquema de dominación capitalista. En este modelo, la hegemonía debe distribuirse entre ambos, convertida en una combinación de consenso y coerción. Esta forma de hegemonía, influida seguramente por la acción del fascismo sobre la sociedad civil como forma coercitiva de la burguesía para lograr la dominación en la esfera de la sociedad civil. Anderson, que disiente con la idea de coerción en la sociedad civil, dice que “el ejercicio de la represión está jurídicamente ausente de la sociedad civil” (2). Anderson obvia que la coerción en la sociedad civil no puede, efectivamente, ser jurídica, pero existe. La actuación de los arditi durante el ascenso del fascismo al poder lo prueba, así como muchos otros ejemplos (como la coerción ejercida por muchas instituciones privadas de la sociedad civil sobre sus miembros durante la dictadura 1976-1983 en la Argentina), que dan muestra de ello. La hegemonía como coerción + consenso, visto de una manera que influye tanto en el estado (donde el consenso estaría presente en los parlamentos y tribunales, por ejemplo) como en la sociedad civil, (en que la coerción aparece como aleccionamiento en el ámbito de la educación, o en la policía, considerada esta como una institución de la sociedad civil) es parte de esta manera de pensar la relación entre ambos ámbitos.

La segunda definición está dada por ver al estado como la “trinchera exterior de la sociedad civil”, como la fachada de ésta que se presenta como el núcleo duro de la sociedad capitalista. En esta visión, el consenso es propio de la sociedad civil y la coerción del estado, estando ambos en contradicción: coerción es lo opuesto a consenso. Es aquí que aparece clara la diferencia entre Oriente y Occidente, estructurada alrededor del tamaño e influencia del estado. Gramsci dice que la revolución à la rusa no puede darse en occidente dado que, aún si se logra tumbar al estado, estará allí detrás la sociedad civil como sostenedora del consenso que mantiene al capitalismo dominante. Es aquí dónde encuentra lugar la guerra de posiciones, como paso previo a dar para destruir la hegemonía-dominación y poder dar el paso a la revolución disolutiva del estado (capitalista).

La tercera concepción, en que el estado es sociedad civil y viceversa, como asimismo es coerción y consenso una sola cosa. Se puede pensar que esta concepción se basa en la idea que toda ideología existente dentro del sistema capitalista (y aquí el consenso sería parte de esta ideología) es, en definitiva, violencia y parte integrante de la coerción que subyace en el estado. Entonces, el consenso es una “máscara” de la coerción, que utiliza la burguesía en las instituciones “privadas” de la sociedad civil, que serían sólo indentaciones del estado en las sociedades complejas occidentales.

Este recorrido ideológico que hace Gramsci en sus cuadernos de la cárcel es la base de toda interpretación y misinterpretación que se ha querido y se quiera hacer de su pensamiento. Hizo falta una inexistente ordenación de las ideas gramscianas por el propio Gramsci, para evitar este desorden que ha generado (3).

Es este desorden el que genera el hecho que Gramsci haya sido utilizado en diversos usos de acuerdo a qué parte, cuando y, por sobre todo, cómo, con qué idea, se le lea. En su obra (4), Portantiero identifica dos usos principales: como ideólogo del “togliatismo” del PCI de posguerra, devuelto moderado por su cercanía a la victoria en las urnas (que Portantiero considera “una reedición de (…) [la política] socialdemócrata alemana en vísperas de la primera guerra mundial”(5) ); o como ideólogo de la revolución espontánea, el conciliarismo originado en su experiencia en el bienio rojo. Aún una lectura de Gramsci podría alentar al grupo trotskista a verlo como promotor de la “revolución permanente” (y pensando en el concepto global de guerra de posiciones, no parece descabellado), cuando Gramsci define: “la fórmula cuarentaiochesca de la “revolución permanente” es sometida a una reelaboración, encontrando la ciencia política su superación en la fórmula de ´hegemonía civil´(6)” . Este pasaje, de acuerdo a quien lo lea, puede entenderse como que la reelaboración de la revolución permanente en hegemonía civil es una continuación en Gramsci del pensamiento trotskista, o por el contrario, decidir la primacía del “concepto” superación, de forma de interpretar el pasaje como contrariando el concepto trotskista. No sabremos nunca cual era la realidad del pensamiento gramsciano, más allá de sus marchas y contramarchas originadas en las particulares condiciones en que las plasmó en papel, y por sobre todo, por la falta de una obra organizativa de las ideas que hubiese salido de la mano del propio autor.

(1) Anderson, Perry, “Las antinomias de Antonio Gramsci”, en Cuadernos del Sur, Número 6, págs. 85 y 86. Octubre 1987, Ed. Tierra del Fuego, Buenos Aires.

(2) Anderson, Perry, op. cit., pág. 91.

(3) De acuerdo con lo que he podido leer en la bibliografía, podría decir que la relación entre estado y sociedad civil es consecuencia del desarrollo histórico de las sociedades occidentales. El estado todopoderoso que dominaba la sociedad civil “primitiva y gelatinosa” propio del Oriente ruso, fue realidad en la Europa occidental feudal y renacentista, anterior a que la burguesía ascendente fuera creando las instituciones de la sociedad civil que hacen al Occidente tan complicado. Sin embargo, la base siguió (y sigue siendo) el estado, que dejó de ser autocrático para pasar a ser democrático y liberal. Se puede ver en esto (quizás cerrando un ojo) que los tres conceptos de relación estado - sociedad civil tienen base: la sociedad civil como avanzada del estado tomado por la burguesía, que también puede entenderse como la sociedad civil burguesa deglutiendo al estado autocrático, convirtiéndolo en su trinchera exterior, pero que contiene asimismo la idea de sociedad civil como un complejo aparte del estado. Las tres concepciones pueden ser vistas desde esta óptica, más allá de que yo concuerde más con la segunda, en que la creciente sociedad civil burguesa absorbió al viejo estado autocrático convirtiéndolo en un estado liberal. Eso es la democracia.

(4) Portantiero, Juan Carlos, “Los usos de Gramsci”, 1987, Plaza & Janés, México.

(5) Portantiero, Juan Carlos, op. cit., pág. 67.

(6) Anderson, Perry, op. cit., págs. 69 y 70.
 
suspiro exagerado de Juansolo como a las 15:32 | Permalink |


0 Comentarios: