La china se pavonea por el campo, su pelo recogido a un costado, sus pies descalzos uno delante del otro haciendo su caminar algo bamboleante y sensual, sus ojos oteando hacia un costado, mirando de reojo al gaucho que la observa, absorto en su belleza desde la puerta de la tapera mientras toma un mate lavado.
El gaucho deja el mate sobre un tronco seco y camina unos pasos detrás de ella, con cierta cadencia, de costado, arrastrando ligeramente los pies, con la intención de hacer ruido llamando la atención de la china.
Ella hace un rodeo de vuelta hacia la tapera. Mira hacia el cielo y al bajar la cabeza, mientras se arregla el pelo le dedica unos segundos de sus ojos marrones al gaucho, que ya no puede escaparse - ni quiere.
La china sigue su camino y se detiene en la puerta, esperando. El gaucho sigue sus pasos siguiendo con su vista las pequeñas caderas de la china. Se acerca a ella por detrás, y se detiene esperandolá, muy cerca y en silencio, con el corazón impaciente.
Ella sonríe un segundo, y hace un ligero ademán con su mano derecha, apoyándolà en su mentón, como decidiendo...